Aunque al principio pueda costarnos no manifestar nuestra disconformidad con lo que ocurre a nuestro alrededor, al dejar de quejarnos nos daremos cuenta de que podemos ser mucho más positivos ¿Y si consiguiésemos estar 24 horas sin quejarnos? Puede parecer un reto fácil, sin embargo no lo es tanto cuando nos ponemos a ello y nos hacemos conscientes de la gran cantidad de quejas que emitimos cada día ¡Son demasiadas!
Tras el primer fracaso que experimentaremos con respecto a esto, saldrá en nuestra ayuda una de las justificaciones más adecuadas para este caso: «quejarse no es, en realidad, tan malo, ¡me ayuda a desahogarme!». Sí, es cierto. Quejarnos nos ayuda a liberarnos de la frustración, la rabia, la impotencia y de muchos otros sentimientos que nos pueden estar abordándonos. Sin embargo, a veces, nos quejamos por todo, hasta por cosas nimias, lo que puede ser perjudicial.
Recientes estudios han concluido que quejarse tiene consecuencias perjudiciales para la salud, tanto física como mentalmente. Se ha determinado que también se trata de algo contagioso, que puede provocar el malestar a nuestro alrededor, extendiéndose por nuestros círculos más cercanos. Steven Parton, autor en Psych Pedia publicó un artículo donde verificaba que quejarse y ser un «quisquilloso» tiene una serie de efectos negativos para la salud. Llega a afirmar que esta práctica puede conllevar incluso a la muerte.
Quejarnos es fácil, pero provoca que tan solo nos centremos en lo negativo que nos sucede. No nos permitimos ver la otra cara de la moneda, observar lo que nos ocurre desde otras perspectivas. Esto termina provocando que nos sintamos desdichados, que creamos que todo lo malo nos sucede a nosotros sin poder hacer nada para evitarlo. Es aquí cuando caemos en el tan conocido victimismo. Quejarnos impide que tomemos decisiones. Nos sitúa en una posición cómoda en la que no estamos a gusto, pero en la que tampoco hacemos nada para salir de esa situación.
Con información de mejorconsalud.com